Visita a la ciudad romana de Ocuri de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Sevilla y algo de mis memorias…

El sábado 19 de mayo de 2018 tuve el inmenso placer y privilegio de recibir, acompañar y guiar a un numeroso grupo de miembros de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Sevilla  (AAMAS) en su visita a la ciudad romana de Ocuri (Ubrique, Cádiz), yacimiento arqueológico al que he dedicado mis últimos veinte años en arqueología. Entre ellos se encontraba mi antiguo “Jefe”, el doctor en arqueología D. Fernando Fernández Gómez, que fuera conservador y luego director del Museo sevillano durante más de 35 años, así como la profesora de arqueología de la UNED en su sede de Sevilla, Dª Teresa Murillo Díaz, presidente además de dicha asociación y una de mis mejores compañeras de los días en los que compartimos trabajo en el museo a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. Fernando no sólo fue mi jefe y director sino también mi maestro y, a veces, tal y como hacía con todos los que colaboramos con él, ejerció como un segundo padre.

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El dr D. Fernando Fernández, la profesora Teresa Murillo y el arqueólogo Luis Javier Guerrero en la terraza del Centro de Recepción de Ocuri (Ubrique, Cádiz). Foto Javier Izquierdo

El Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, el segundo en entidad de nuestro país, fue mi auténtica escuela de arqueología. Allí, a partir del verano de 1977 inicié mi verdadera formación práctica en arqueología, ya que desde el año anterior cursaba la carrera de Geografía e Historia en la Universidad de Sevilla. En la universidad te enseñaban conocimientos, materias, formas de estudio y de investigación, pero por entonces las prácticas eran muy limitadas, apenas alguna excursión a visitar algún yacimiento importante y poco más. De modo que de la mano de una compañera de curso, Marisol Buero, cuya hermana había hecho prácticas en el museo el año anterior, pude entrar como colaborador (hoy día diríamos “sin ánimo de lucro” solo de aprender) en el equipo que se estaba formando bajo el amparo de Fernando Fernández que solo un par de años antes había logrado la plaza de conservador. Durante casi siete años fui primero colaborador del museo y, tras acabar la carrera en 1981, realicé allí mis “prácticas” en museos (algo que por entonces era obligatorio para poder opositar al cuerpo de conservadores), y terminé siendo trabajador del mismo, contratado por el antiguo Ministerio de Cultura, antes de las transferencias a la Junta de Andalucía de la gestión del mismo.

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Luis Javier Guerrero, Fernando Fernández y Teresa Murillo durante la comida tras la visita a Ocuri. Foto Juana Cordero

Fueron años inolvidables para mí, de intenso aprendizaje, de jornadas maratonianas, de duro trabajo, pues por entonces era el museo quién tenía las competencias arqueológicas en la provincia y al no haber personal especializado (solo Fernando Fernández), éramos los colaboradores quienes realizábamos las intervenciones de emergencia y de urgencia en un momento de total desarrollismo de la construcción en nuestro país que amenazó a muchos yacimientos. Allí aprendimos la dureza de la arqueología de “urgencias”, la lidia con los escasos recursos que poseíamos, las alegrías de los descubrimientos (y el que diga lo contrario bajo el paraguas de la cientificidad, miente…) e incluso el inicio del famoso P.E.R. (por entonces llamado «Empleo Comunitario») que nos suministraba al personal no cualificado y también, por supuesto, los sinsabores y la amargura de contemplar yacimientos destruidos, arrasados por las máquinas excavadoras o expoliados por los “clandestinos”, que era como los llamábamos por entonces.

El museo fue una auténtica “escuela de arqueología” para todos los que pasamos por allí en aquellos años. Un  recuerdo muy especial para mis amigos Juan José Ventura, hoy día gestor cultural del ayuntamiento de Archidona (Málaga) y de Juan Alonso de la Sierra, que acaba de jubilarse como director del Museo Provincial de Cádiz y también para Marisol Buero que hizo la primera tesina sobre las cerámicas pintadas tartesias. Juntos compartimos grandes momentos, pero también muchos problemas y desencuentros con otros compañeros (no puedo ocultarlo, ni quiero…) en una disciplina que se abría camino con cierto futuro y éramos muchos en la competición. La arqueología no tenía aún por entonces la categoría de profesión y salvo en los ámbitos universitarios y de gestión museística, no había arqueólogos autónomos. Lo lastimoso es que ahora mismo, casi cuarenta años después, la situación dista mucho de ser lo que debería haber sido y el panorama sigue siendo desolador y poco esperanzador para la generación de nuevos licenciados.

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El grupo de la AAMAS contemplando la Cisterna nº 1 de Ocuri. Foto Javier Izquierdo

Pero no es mi intención en este “post” el hablar de los graves problemas de la arqueología española y andaluza en particular, que no es el momento, sino de rememorar aquellos tiempos gloriosos que vinieron a mi mente después de pasar el día con mis antiguos compañeros. A algunos hacía más de 25 años que no los veía y fue un día magnífico que terminé con una estupenda comida en grupo en la “Venta de Ocuri”, el bar-restaurante que tan bien lleva y dirige la familia Mateos. Os lo recomiendo…

comida

Aspecto de una de las mesas del grupo de la AAMAS durante la comida con el marco incomparable de la sierra gaditana al fondo. Foto Javier Izquierdo.

Durante la visita, que tuvo que ceñirse por problemas de horarios a lo estipulado en ese día en tan solo dos horas, tuve la ocasión de explicar la génesis y gestación del proyecto que dio origen a la actual concepción del yacimiento ubriqueño como recurso cultural y turístico visitable, la “Ruta Arqueológica de los Pueblos Blancos”, de la que fui coordinador junto con mi amigo Luis Cobos en el ámbito de la Mancomunidad de Municipios Sierra de Cádiz. Mal que le pese a algunos los logros de la ruta están ahí y siguen dando sus frutos. Posteriormente iniciamos la visita a través del camino empedrado de casi 800 metros lineales de ascenso hasta el yacimiento. La primera parada fue un resto de calzada original de acceso a la ciudad que descubrimos en 1998 y que se ha incorporado al camino de subida y tras ésta primera parada, llegamos a uno de los monumentos únicos de la ciudad romana de Ocuri , el impresionante Mausoleo, estructura abovedada funeraria, sin paralelos en la provincia. Tenía ganas que Fernando Fernández lo viera pues creo que tiene algunos elementos comunes con algunas tumbas de la necrópolis de Carmona (Sevilla), conjunto arqueológico del cuál Fernando fue también director durante algunos años. Fue muy interesante compartir con él impresiones.

Desde el interior

Fotografía de Javier Izquierdo desde el interior del Mausoleo mientras se realizaba la explicación del monumento.

Tras contemplar la Muralla Ciclópea y explicar el proceso de identificación de las distintas fases de construcción de la misma y la interpretación que de ella hemos hecho, pasamos realmente al interior del recinto urbano y pudimos ver las diferentes cisternas, la Vivienda nº 3, el Foro, la Casa de Juan Vegazo y las Termas.  En algunas de estas estructuras emergidas pude plantear la problemática que su excavación, restauración o puesta en valor, según los casos, nos plantearon en su momento y , sobre todo en las Termas, tuvimos un buen debate sobre la interpretación de este aún enigmático edificio, único establecimiento termal descubierto hasta ahora en la sierra gaditana.

Termas

Explicaciuón de la interpretación del edificio romano denominado como «Termas» por parte del arqueólogo Luis Javier Guerrero. Foto Javier Izquierdo

El grupo quedó impresionado por la buena conservación del yacimiento, sus estructuras visitables, las excelentes infraestructuras turísticas y el incomparable marco natural en el que se ubica, no hay que olvidar que estamos en pleno Parque Natural «Sierra de Grazalema» y la orografía y el paisaje impresiona a todo aquel que lo contempla, sobre todo si es la primera vez, como era el caso de muchos de los visitantes. En este sentido, las vistas del valle de Santa Lucía, con Benaocaz y el inicio de la Manga de Villaluenga al fondo dejaron al grupo maravillados. En ese punto panorámico pude explicar a mis antiguos compañeros la ubicación de yacimientos en los que he tenido la oportunidad de trabajar e investigar como las Simas de Veredilla (un impresionante conjunto de cuevas-simas con yacimientos neolíticos), el Peñón Gordo (un interesante yacimiento calcolítico y posteriormente íbero y romano posiblemente conectado con la propia Ocuri), Archite (una de las famosas “Siete Villas” del Marqués de Cádiz que se despobló en el siglo XVI), la calzada Ubrique-Benaocaz (de origen milenario), el propio Barrio Alto de Benaocaz (conocido turísticamente como el “Barrio Nazarí”) o las cuevas de la Manga de Villaluenga (con yacimientos neolíticos y calcolíticos)…

panoramica

El grupo de la AAMAS contemplando el espectacular paisaje que se visualiza desde el yacimiento romano. Al fondo la sierra grazalemeña, Benaocaz y el inicio de la Manga de Villaluenga. Foto Javier Izquierdo.

Fue una lástima no haber podido tener más tiempo, pero el grupo tenía previsto visitar el Museo de la Piel y el casco urbano de Ubrique tras la comida y tuvimos que acortar las explicaciones. Debo decir que a esto nos ayudó muchísimo la guía de turismo del yacimiento ubriqueño, Isabel, que en todo momento estuvo atenta también a cualquier incidencia y preguntas de los integrantes de la asociación.

El grupo me hizo partícipe, días después, de su agradecimiento al Ayuntamiento de Ubrique por las facilidades dadas y de la buena impresión que se llevaron del yacimiento, su conservaciçon y uso turístico y del pueblo serrano de Ubrique.

Para mí fue una jornada entrañable y llena de recuerdos…mayor que se hace uno ya…

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